lunes, 17 de marzo de 2008

Carlos Augusto León

Ilustración: Mario Salgado

También en mí amanece,
el pulso se acelera.
¿Otro sol nace adentro,
a tiempo que el de afuera
e ilumina las células,
hace más claro
el correr de la sangre,
como afuera,
el otro
hace visible el correr de los ríos?
¿Y hay también, adentro,
pájaros que cantan,
árboles que despiertan,
aire que ilumina?
Como quiera que sea,
también en mi amanece.
El pulso se acelera.


Una gota de agua
que cuelga en la punta
de una hoja verde:
en ella casi
toda la poesía.

Grande y pequeños

Encontré tan pequeños a los "grandes",
en cambio vi que eran
tan verdaderamente grandes los "pequeños".
El "ilustre escritor", sólo un pobre hombre,
el "notable poeta" limitado,
mirándose embebidos largamente
a un espejo de aumento.
¡Y qué decir del rico miserable,
de su pobre universo,
de su mundo
de flores sin aromas,
de pájaros sin canto, de mujeres
sin verdadero amor, en donde todo
apesta a metálicas monedas;
de su espíritu, en fin, amonedado!
Ví al "político" plantarse ante los otros,
diciéndose expresarlos y mostrándose
como acabado ejemplo, tan vacío,
apenas con sus tres o cuatro ideas
sin cesar repetidas en engaño.
¡Qué pequeños los grandes!
Pero en cambio
he encontrado de pronto un carpintero
anónimo perdido entre sus gubias,
sus formones y escoplos, sus cepillos;
he conocido más de un obrero
petrolero, textil, o aquí en la imprenta,
en cuya vida dura, sustantiva,
a quien nadie endilgó sus adjetivos
raudos, altisonantes,
en cuya vida escasa de monedas
brillaba limpio el Hombre,
en cuyo mundo
aún era flor la flor,
aún los pájaros
inauguraban brillantes su alborada
y la mujer amaba tiernamente
y era amigo el amigo,
el camarada. Y dije: Es cierto,
son verdaderamente grandes
los pequeños.

No hay comentarios:

Estadísticas

Lista de Música